Hablar de Hiroshima, es hablar de un capitulo triste de la historia de nuestra humanidad, no es el único ya que han habido muchos acontecimientos igual de tormentosos, pero quizàs lo que mas duele es que muchas de las personas que lograron sibrevivir de este cataclismo, aún siguen sufriendo a traves del recuerdo, las marcas de las heridas y los constantes problemas de salud que deben de soportar por los efectos de las bombas y la radiaciòn. Por ello, decidí colocar el testimonio de una persona que logró visitar el museo que se construyo en aquel lugar como muestra histórica del horror de lo que paso alli y que estoy seguro muchos entrarían en cordura si vieran lo que en ese edificio se muestra.
En mi caso no fue necesario entrar allí ni ver lo que seguro mis ojos observarían, me bastó con lo que este visitante del museo nos cuenta en el siguiente escrito:
" Yo estuve en Hiroshima el pasado mes de abril, y lo que allí ví no lo borrará de mi memoria ni el tiempo ni el olvido.
Para empezar, al llegar allí te encuentras con una ciudad gris. Moderna, pero que a la vez denota haber sido reconstruida apresuradamente hace no muchos años.
Cuando llegué a la zona donde detonó la bomba a 600 metros de altura, lo que mas me llamó la atención como a todo el mundo, fué la cúpula de la bomba. Un edificio proyectado para ser el centro prefectural, y del cual solo quedan algunas paredes maestras intactas, debido a que la bomba estalló encima suyo, y pudieron resistir la presión verticalmente. Sin embargo, lo que mas destaca del edificio, es sin duda el esqueleto metálico de la cúpula que lo coronaba, que se evaporó en el acto.
Al lado del edificio, unos paneles informativos explican como sucedió todo, en japonés e inglés. Allí, tengo que admitir que tuve que aguantarme las lágrimas, al ver a una anciana a todas luces norteamericana llorando delante de tan macabro recordatorio.
Pero lo peor no fue eso, ni mucho menos. Despues de haber visto el edificio, mi hermano y yo nos dirigimos al museo de la paz (curioso nombre para un museo que alberga los testigos de uno de los episodios mas dantescos que haya vivido la humanidad).
El trayecto no fué demasiado ameno, pues el día era gris, acompañado de una incesante llovizna que caía, ligera, pero sin pausa. El silencio allí era sepulcral, unicamente interrumpido ocasionalmente por los graznidos de los cuervos, o el tañir de una campana.
Al llegar al museo nos sorprendió gratamente descubrir que disponía de aparatos para seguir las explicaciones de cada lugar narradas en español.
Al empezar la visita lo primero que te muestran son los efectos de la bomba a gran escala, con un par de maquetas de como era la ciudad antes y después de la explosión, fotografías aéreas, y demás parafernalia para ilustrarte sobre cuán grande fué la devastación.
El infierno venía después. Al seguir con la visita, la exposición se tornaba cada vez mas macabra, allí se puede ver por ejemplo la pared con la sombra del hombre que se evaporó en el instante de la explosión.
Hay una pared de hormigon en la que se encuentran clavados fragmentos de cristal, que se proyectaron a quilómetros de distancia atravesándolo todo a su paso hasta encontrar una pared sólida que pudiese detenerlos.
Sin embargo lo que mas me horrorizo fue un diorama a tamaño real que mostraba a una madre con sus dos hijos instantes después de la explosión. Eso era una ventana abierta al infierno. Todo se encontraba en llamas y en medio de un calor insoportable, caminaban ciegos porque se les habían derretido los ojos. La piel se les caía hecha jirones mientras andaban como podían consumiendose por dentro.
Ahí tuve que apartar la mirada. Era incapaz de mirar la escena mas de un par de segundos seguidos, mientras por los auriculares me describían las condiciones que se vivieron después de la hecatombe.
Sin embargo a mi hermano le pasó todo lo contrario. La vívida imágen le impacto tanto que se quedó congelado delante del diorama, sin poder apartar la vista de él, como poseído por el miedo.
A partir de este punto, empezamos a aligerar el paso, saltándonos practicamente el resto de la exposición, en la que se mostraban objetos personales de las víctimas, describiendo cómo murieron.
Simplemente mi estado mental no me permitió verlo, pues aún estaba casi en estado de shock por lo que ya había visto.
Unicamente pude fijarme en unas cuantas cosas, entre las que recuerdo vívidamente el triciclo de un niño pequeño, y la chancla de otro, en la que había quedado marcada la sombra de su pié al haberse evaporado instantáneamente.
Aquí acabó la visita, pues nos saltamos practicamente la mitad del museo. Ya no pudimos ver mas.
Al salir, mi hermano y yo recorrimos de nuevo el parque de la paz en dirección a la calle principal para volver a la estación, anduvimos casi media hora sin decir nada, no podíamos hablar.
Al cabo de un rato y no sin esfuerzo lo único que pude alcanzar a pronunciar fué una proposición para ir a beber algo, a lo que mi hermano asintió sin mas.
Sé que esto a mas de uno le parecerá una dramatización, aunque en realidad, os puedo asegurar que es como a grosso modo recuerdo lo que viví ese día.
Tengo claro que no volveré a visitar ese lugar si no es por imperiosa necesidad, aunque otra cosa tengo clara también:
Creo sinceramente que todo el mundo debería ir allí, al menos una vez en la vida, para vivir lo que yo viví, y sentir lo que yo sentí.
Creo que lo que allí experimenté es algo que de algún modo u otro me ha hecho cambiar mi punto de vista sobre muchas cosas..."
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